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18 ago 2017

“Bodas de sangre” en un claustro románico.

“Bodas de sangre” en un claustro románico.
Pedro Oliván




Si ya resulta encomiable el reto afrontado por el Teatro de Robres de haber montado  la trilogía lorquiana tan solo en el transcurso de cinco años: La casa de Bernarda Alba, en 2006; Yerma, en 2009 y Bodas de sangre, en 2011 y mantenerlas activas en cartel hasta hoy mismo, resulta más sorprendente y admirable constatar el nivel de superación y perfeccionamiento que aportan en cada representación.

Una tarea inexplicable sin la capacidad creativa y meticulosa de su director, el acierto en la asignación de los papeles de reparto, la compenetración y empatía de todo el grupo y la integración tan vivificante de bailes y música en directo y en acústico.
Si a esto añadimos el  gusto en la selección  de espacios abiertos y monumentales y la habilidad de adaptación del montaje a estos espacios: Castillo de Loarre, Santuario de Magallón, el CDAN, Labuerda, Claustros de S. Pedro ahora...,  podemos y debemos apreciar  y valorar mejor todavía las razones de sus éxitos y su fama.

La actuación en los claustros de S. Pedro de Huesca en las noches del 30 de junio y 2 de julio constituyeron dos experiencias imborrables para el propio grupo y para el público, pues supieron   generar y transmitir esas  sensaciones vivas, realistas y emocionantes de esos dramas humanos de la España profunda y de los seres humanos.
La representación de un drama humano  que F. García Lorca  pergeña con una estructura comparable a las tragedias del teatro clásico griego con un lenguaje tan rico en refranes populares, metáforas naturalistas y letrillas de canciones que quedan muy bien plasmadas en el montaje del Teatro de Robres.
Aquel diálogo del coro con los actores en el teatro clásico griego reaparece en el drama lorquiano en las intervenciones de las vecinas, los amigos, los familiares, el pueblo en definitiva que ve, comenta, intuye, sentencia...

Los antagonismos de caracteres, de sentimientos y de valores morales y sociales de los personajes principales ponen en evidencia los conflictos que  desencadenan la pasión amorosa irrefrenable, la ambición, el rencor...
Las canciones y bailes populares permiten regular y aliviar la tensión dramática configurando los distintos estados de ánimo de cada momento de la obra: ilusión  y alegría contenida, festejo en la boda, temor y llanto ante la muerte.

Si añadimos como colofón que estas dos representaciones las realizaron a beneficio de la  Asoc. de Obreros de S. Pedro el Viejo y que la sesión del domingo la desarrollaron contra viento y marea sin adredarse ante la lluvia, los relámpagos y los truenos que, a su vez,  propiciaron un efecto natural, impactante e irrepetible a la escena final entre la madre y la novia, ¡chapeau a nuestro Teatro de Robres¡.