LA PEÑA ARENOSA, UN LUGAR DE INTERÉS GEOLÓGICO EN LA SIERRA DE ROBRES
Ánchel Belmonte Ribas
Mi madre guarda una foto entrañable en la que salen mis abuelos junto a la Peña Arenosa. La foto, ya podéis calcular, tiene todos los años del mundo. Cuando era adolescente mis padres me llevaron a ese sitio. La tarde primaveral, el encanto del sitio, la historia ligada a la vieja foto… no lo sé. El caso es que la Peña Arenosa se había incorporado a esa lista de sitios que todos tenemos y que significan algo más que un simple lugar en el mapa.
Después estudié en la universidad la carrera de Geología. Y a medida que iba conociendo más sobre cómo se formó nuestra tierra, más me llamaba la atención la Peña Arenosa (Foto 1). Según todo lo que me contaban mis profesores y lo que leía en manuales y libros especializados, la Peña no tendría que estar allí… La pregunta es ¿por qué?
Foto 1. La Peña Arenosa esta primavera con mis padres, Ángel y Blanca. |
Para responderla lo mejor es subir a la sierra. A pie, en bici o en coche, el acceso no supondrá un problema. Tomamos desde la balsa del Tejar y el campo de fútbol el camino que sube a La Pajera y, a la altura de una caseta y una vieja paridera, nos desviamos por otro camino más pequeño pero en excelente estado que flanquea la sierra. Si el día acompaña, las vistas desde aquí no tienen desperdicio. A nuestro alrededor, numerosas sabinas visten las laderas. Los pequeños valles de fondo plano están cubiertos de cultivos y desembocan en los llanos que conducen a Robres. Y como diría el poeta, al norte los Pirineos. Nuestros ojos se escapan a ese colosal telón de fondo que es la gran cordillera. Destaca en el paisaje, justo en la vertical del pueblo, Cotiella con sus 2.912 m de altitud. A su lado el Turbón, y entre ambos el Aneto. El tozal de Guara nos priva de ver Monte Perdido y otras cumbres de Ordesa. Hacia Lérida, la vista se pierde en un mar de montañas blancas.
La pista finaliza en una zona amplia donde dejar el coche. Desde aquí seguimos necesariamente a pie. La senda que recorre los últimos metros hasta la Peña es literalmente magnífica, rodeada de una vegetación frondosa y acogedora. Estamos en el Vedao, y a las personas de fuera que visiten por primera vez este sitio les sorprenderá la cantidad y variedad de flora que crece en plenos Monegros.
El bosque imperante es de pino carrasco. Los ejemplares alcanzan alturas respetables y, entre sus ramas, es abundante el muérdago, un parásito del pino. Entre las masas de pinos se distinguen, a menudo en los fondos de los barrancos, ejemplares de quejigo. Este tipo de roble añade un toque de variedad a la rica biodiversidad de la sierra.
La vegetación no se distribuye aleatoriamente. Es muy llamativo, y fácil de ver, cómo depende de la orientación de la ladera. Las vertientes orientadas al norte muestran una cubierta vegetal muy tupida mientras que las orientadas a solana están más peladas
Foto 2. Barranco al pie de la Sierra. |
Se observa una ladera cubierta de vegetación (orientada al norte) y la ladera de solana más pelada.
Pero no es la vegetación lo que me trae hasta aquí, sino la arena que forma nuestra Peña y saber de dónde ha salido.
Los geólogos medimos el tiempo en millones de años, lo cual a veces ni para nosotros es fácil de concebir. La Tierra tiene unos 4.600 millones de años de antigüedad y el Pirineo, una cordillera joven, acabó de levantarse hace unos 20 millones de años. ¿Existían ya los Monegros entonces? Pues no, y el río Ebro tampoco. Todo el centro del actual valle del Ebro era un lago inmenso sin salida al Mediterráneo. Desde el Pirineo salían numerosos ríos que desembocaban en este lago.
Alguien podría decir, “y si no había nadie aquí para ver eso, ¿cómo sabemos que había ríos?”. Y es que el trabajo del geólogo tiene algo de detectivesco. Hay que recoger “pistas” sobre el terreno para deducir a partir de ellas todo lo que aconteció en el pasado del planeta. ¿Y cómo lo hacemos? Sabemos que los ríos transportan sedimentos. Que cuanta más energía tienen los ríos, mayor es el tamaño de los sedimentos que transportan. Y sabemos también que cuando desembocan en un lago o en el mar, depositan los sedimentos más finos y en los fondos menos profundos se forman rocas como las calizas.
Así pues, en plan detective, podemos seguir el rastro de esos ríos (que nada tienen que ver con los actuales) por los afloramientos de piedra de arena (arenisca) tan frecuentes en la Hoya de Huesca, Somontano y zona norte de los Monegros, como en los Torrollones de Gabarda. A medida que se alejaban de las montañas, la pendiente y la energía de esos ríos decrecían. energía de esos ríos decrecían. Como consecuencia, el tamaño de las partículas que podían transportar también disminuía. Así, más al sur –cerca de Robres- predominan materiales finos como las arcillas (buro) frente a la arenisca, que acaba por ser anecdótica. Encontramos aún algo de arenisca bajo la ermita de San Gregorio e incluso en algún rincón del pueblo del que hablaremos otro día pero vaya, muy poca cosa ya.
El centro del valle del Ebro, ocupado por ese gran lago, recibía las aguas y sedimentos del Pirineo. En su fondo, materiales muy finos se sedimentaban y precipitaban calizas y yesos. Son muy fáciles de ver formando capas horizontales en toda la sierra
Foto 3. Estratos horizontales de rocas calizas formadas en el fondo de un antiguo lago. |
Así pues, el orden que presentan las rocas que afloran desde la Sierra de Robres hasta el Pirineo nos permite deducir cómo era el paisaje de esta parte del Alto Aragón. Lo que llama la atención es qué pintan las areniscas de la Peña Arenosa en “el fondo del lago”. Si miramos la Peña de cerca veremos que está formada por granos de arena gruesos (Foto 4). De poder analizarlos, con seguridad veríamos que esos granos son de minerales como cuarzo, filosilicatos, calcita y feldespatos.
Foto 4. Vista de detalle de la Peña Arenosa. |
Cada cuadrado mide 1 centímetro. Se distinguen perfectamente los granos de arena.
¿Qué significa, pues, la existencia de la Peña Arenosa? Significa que todo el dispositivo arenas-arcillas-calizas está desplazado hacia el sur en el momento en que se sedimentan esas arenas. Lo único que puede causar eso es un levantamiento importante del Pirineo. Las cordilleras se construyen lentamente pero no a velocidad constante. Sólo un ascenso brusco pudo hacer que los ríos tuvieran la energía suficiente como para arrastrar sus arenas hasta una zona tan alejada de las grandes montañas.
El regreso a unas condiciones más normales hizo que el lago recuperara su espacio y siguiera su sedimentación de calizas. Las arenas quedaron sepultadas en el fondo y con el paso de millones de años se transformaron en roca arenisca.
Tiempo después, el gran lago se conectó con el Mediterráneo. Poco a poco se fue vaciando, llevándose consigo toneladas de sedimentos robados a las rocas de los Monegros y de todo el valle del Ebro, que ya era el gran río del norte peninsular. La erosión fue tan grande que las rocas más bajas, las del fondo del lago, ahora han quedado en alto y forman la formidable atalaya de la Sierra de Robres (y de Alcubierre, Sijena…).
En el clima monegrino, las areniscas sufren una alteración considerable. Son muchos los procesos que modifican la superficie de la roca y la van deshaciendo. La Peña Arenosa no es una excepción y hay una manera sencilla de comprobarlo… Desde hace décadas, es costumbre que las personas que visitan la Peña graben su nombre en la superficie de la roca (Foto 5). Esto, hace años, pudiera tener su razón de ser pero en la actualidad hay otras formas de compartir con los demás que hemos visitado este sitio. Colgar una foto en cualquier red social o incluso mandarla a El Pimendón puede ser una buena manera de hacerlo. Si observamos detalladamente estas inscripciones veremos que ninguna es demasiado antigua y nuevamente nos podemos preguntar el porqué.
Foto 5. Nombres grabados en la Peña Arenosa. |
Hace algunos años tratamos de responder a esa pregunta mediante un estudio que hicimos con el Dr. Carlos Sancho Marcén, profesor de geología en la Universidad de Zaragoza. Analizamos el desgaste que habían sufrido los bloques de la muralla del castillo de Alberuela de Tubo, que están hechos de la misma roca arenisca que la Peña Arenosa. Los resultados variaban en función de la orientación de los distintos tramos de muralla, oscilando entre 4 y 9 milímetros erosionados cada 100 años.
Si cada nombre grabado tiene de media entre 2 y 5 milímetros de profundidad, podemos deducir que la naturaleza tardará entre 50 y 100 años en eliminar todo rastro de la inscripción. Aunque también podemos ahorrarle esa faena y colgar una foto nuestra en la Peña en Facebook en vez de arañar nuestro nombre sobre la roca…
Hay una frase popular que dice “menos da una piedra”. No puedo estar más en desacuerdo… nuestra Peña Arenosa, desde el rincón de privilegio que ocupa en la Sierra, nos ha contado una buena parte de la historia geológica del lugar en el que vivimos. Nos ha explicado cómo eran los paisajes hace millones de años y nuestra voluntad de perdurar grabados en sus paredes, nos permite también reflexionar sobre cómo la naturaleza sigue su curso y va deshaciendo –poco a poco- los paisajes que ella misma construye. Podemos afirmar que este modesto trozo de roca es parte del patrimonio geológico de Robres, y eso merece que seamos respetuosos con ella colaborando con su protección.
Y mientras llega el momento de volver a visitarla, que espero que sea pronto, me quedo con la foto de mis abuelos. Con las pequeñas y grandes historias que suceden a la modesta escala de nuestras vidas, insignificantes ante el tiempo profundo del planeta que nos acoge pero vitales para anclarnos emocionalmente al paisaje.
Nos vemos en la Peña Arenosa. ¡Salud!